Sobre la realidad del trastorno límite de la personalidad
Artículo publicado en Psychiatric News sobre la situación actual del concepto y estigma del TLP. El trastorno límite de la personalidad (TLP) es uno de los diagnósticos más frecuentes en psiquiatría, pero también uno de los más controvertidos. Su presentación clínica es diversa, lo que genera confusión diagnóstica y dificultades terapéuticas. Aunque carece de marcadores biológicos, se considera tan válido como la esquizofrenia o la depresión.
Controversias en torno al término "borderline"
El término ha sido interpretado de múltiples maneras:
- Como una organización de personalidad (según Kernberg), con identidad difusa y defensas primitivas.
- Como un síndrome clínico (según Gunderson), caracterizado por inestabilidad afectiva, impulsividad y relaciones interpersonales caóticas.
- Como parte del espectro de la esquizofrenia, por sus episodios psicóticos breves.
- Como un trastorno afectivo, vinculado a la inestabilidad emocional.
- Como un trastorno de los impulsos, por conductas autolesivas y de riesgo.
- Como una forma crónica de trastorno de estrés postraumático (TEPT), debido a vínculos con traumas infantiles.
- Como una categoría residual para casos que no encajan en otros diagnósticos.
- Como un marcador de fracaso terapéutico, cuando los tratamientos no funcionan.
La esencia del TLP: vulnerabilidad relacional-afectiva
El núcleo del trastorno se define por una vulnerabilidad emocional que incluye:
- Desconfianza y resentimiento hacia los demás.
- Dificultad para regular estados internos y emociones negativas.
- Estrategias ineficaces para expresar el malestar.
Estas características suelen tener origen en experiencias traumáticas infantiles, que amplifican las reacciones ante eventos interpersonales actuales.
Manifestaciones clínicas del dolor emocional
El paciente intenta manejar el sufrimiento interno de dos formas: de una forma organizada mediante la ira o la autolesión, que alivian temporalmente la tensión o mediante una forma desorganizada, mediante estados de vacío, confusión identitaria y desesperanza.
El estigma y el movimiento anti-TLP
El Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) está rodeado de estigmas estructurales que afectan negativamente el acceso a la salud. Tres mitos perpetúan la incomprensión del TLP: dudas sobre su legitimidad, el temor a su diagnóstico y la creencia de que es intratable. Estos mitos contribuyen a la desmedicalización del TLP, excluyendo a los pacientes del tratamiento adecuado.
Algunos expertos proponen abandonar el diagnóstico por considerarlo inútil y estigmatizante. Sus ideas han inspirado un movimiento anti-TLP, vinculado a una crítica más amplia hacia la psiquiatría moderna. Este movimiento puede fomentar la desconfianza médica y generar agresividad hacia el personal de salud. También canaliza la frustración de pacientes y familias por experiencias negligentes en el sistema de salud mental. Sin embargo, esta canalización no permite abordar adecuadamente el sufrimiento psicológico subyacente. El rechazo del diagnóstico puede dar lugar a procesos grupales defensivos y polarización entre profesionales y pacientes. Las redes sociales amplifican estas tensiones, creando comunidades que combaten el uso de etiquetas psiquiátricas.
¿Qué puede ayudar realmente a los pacientes?
El estigma hacia el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) requiere un enfoque integral que vaya más allá del diagnóstico, abordando la cultura del sistema sanitario. Cambiar el nombre del trastorno o reducirlo únicamente al trauma infantil no es eficaz y puede perjudicar el acceso al tratamiento. Se recomienda que los médicos reciban formación para comprender su complejidad, privilegiando la psicoterapia frente a la farmacoterapia. Es necesario seguir investigando el núcleo psicopatológico del TLP y fomentar modelos generalistas de tratamiento. Además, se deben tomar medidas contundentes contra el estigma y defender los derechos fundamentales de quienes viven con sufrimiento mental.


