TDAH y deterioro cognitivo leve: una realidad clínica
El artículo analiza un desafío clínico emergente: la coexistencia del TDAH con el deterioro cognitivo leve (DCL) o la demencia temprana en adultos mayores. Aunque el TDAH se reconoce como un trastorno del neurodesarrollo persistente, su evolución en la vejez sigue siendo poco comprendida, lo que preocupa ante el crecimiento acelerado de la población mayor de 65 años. La prevalencia estimada del TDAH en este grupo ronda el 2.18%, pero menos del 0.1% recibe tratamiento, reflejando una brecha significativa en la atención.
El diagnóstico en esta etapa es complejo. Los síntomas del TDAH —inatención, impulsividad, distracción— son transdiagnósticos y pueden confundirse con depresión, ansiedad, efectos de fármacos o enfermedades médicas. Además, muchos adultos mayores nunca fueron diagnosticados en la infancia, lo que lleva a atribuir sus dificultades cognitivas al envejecimiento. Las pruebas neuropsicológicas no son concluyentes, por lo que la historia clínica y escalas validadas, complementadas con información colateral, son esenciales.
Las comorbilidades psiquiátricas son frecuentes y agravan el cuadro: estudios en Países Bajos, Estados Unidos y Noruega revelan altas tasas de depresión, ansiedad y trastorno bipolar, junto con menor autoestima y sensación de control. Estas condiciones complican la priorización diagnóstica y la secuencia terapéutica, convirtiendo la evaluación en un verdadero reto clínico.
En cuanto al tratamiento farmacológico, la evidencia es limitada. Los ensayos clínicos excluyen a mayores de 65 años, y la mayoría de los fármacos aprobados por la FDA tienen límites de edad. Aunque los estimulantes pueden elevar la presión arterial y la frecuencia cardíaca, los estudios disponibles no muestran tendencias significativas por edad. A pesar de ello, análisis post hoc y estudios observacionales sugieren que el metilfenidato de liberación prolongada mejora síntomas y funcionalidad, con efectos adversos manejables como insomnio y cefalea. Incluso en pacientes con DCL, un pequeño ensayo mostró beneficios en memoria no verbal. No existen estudios sobre atomoxetina o viloxazina en esta población.
Las intervenciones no farmacológicas también requieren más investigación. Un ensayo de terapia cognitivo-conductual en adultos mayores mostró resultados similares a los de pacientes jóvenes, aunque el apoyo emocional fue igualmente eficaz en algunos indicadores.
En conclusión, el TDAH debe considerarse en el diagnóstico diferencial de adultos mayores con quejas cognitivas. Reconocerlo y tratarlo puede mejorar la calidad de vida, pero se necesita investigación urgente para guiar la práctica clínica y ofrecer a esta población la oportunidad de mantener un funcionamiento óptimo en la vejez.





