Asociaciones longitudinales entre la insatisfacción corporal en adolescentes, los trastornos alimentarios y los síntomas depresivos, y el IMC
Este estudio longitudinal, basado en información genética y análisis de gemelos, explora la relación entre la insatisfacción corporal en la adolescencia y la aparición posterior de síntomas de trastornos alimentarios, depresión y variaciones en el índice de masa corporal (IMC). Los hallazgos revelan que los adolescentes que reportaron mayor insatisfacción corporal a los 16 años presentaron síntomas más graves de trastornos alimentarios cinco años después, así como más síntomas depresivos y un IMC más elevado hasta una década después. Estas asociaciones fueron más pronunciadas en las niñas, aunque la evidencia robusta de diferencias por sexo se limitó a los síntomas de trastornos alimentarios.
El análisis de gemelos mostró que la asociación entre insatisfacción corporal y síntomas alimentarios se redujo a la mitad en gemelos monocigóticos frente a dicigóticos, mientras que las estimaciones para síntomas depresivos permanecieron estables. Este patrón sugiere que la influencia genética desempeña un papel más relevante en la relación con los trastornos alimentarios que con la depresión. Los modelos de descomposición de varianza confirmaron una heredabilidad moderada-alta tanto en la exposición como en los resultados, con una covarianza sustancial atribuible a factores genéticos compartidos, especialmente entre insatisfacción corporal y síntomas alimentarios.
A pesar de las limitaciones del estudio, los hallazgos respaldan la hipótesis de que reducir la insatisfacción corporal en la adolescencia podría tener beneficios transdiagnósticos en la prevención de trastornos mentales como los trastornos alimentarios y la depresión. Dado que esta insatisfacción refleja tanto componentes genéticos como influencias ambientales —incluyendo presiones socioculturales y estigma relacionado con el peso—, se proponen intervenciones multifacéticas: estrategias familiares y escolares, regulación de contenidos en redes sociales, y políticas que eviten reforzar preocupaciones estéticas en programas contra la obesidad. Futuras investigaciones deberían incorporar medidas más inclusivas de imagen corporal, considerando diferencias de género y diversidad cultural, para diseñar intervenciones preventivas más eficaces y equitativas.





