Asociaciones longitudinales entre la insatisfacción corporal en adolescentes, los trastornos alimentarios y los síntomas depresivos, y el IMC

23 de diciembre de 2025

Este estudio longitudinal, basado en información genética y análisis de gemelos, explora la relación entre la insatisfacción corporal en la adolescencia y la aparición posterior de síntomas de trastornos alimentarios, depresión y variaciones en el índice de masa corporal (IMC). Los hallazgos revelan que los adolescentes que reportaron mayor insatisfacción corporal a los 16 años presentaron síntomas más graves de trastornos alimentarios cinco años después, así como más síntomas depresivos y un IMC más elevado hasta una década después. Estas asociaciones fueron más pronunciadas en las niñas, aunque la evidencia robusta de diferencias por sexo se limitó a los síntomas de trastornos alimentarios.

El análisis de gemelos mostró que la asociación entre insatisfacción corporal y síntomas alimentarios se redujo a la mitad en gemelos monocigóticos frente a dicigóticos, mientras que las estimaciones para síntomas depresivos permanecieron estables. Este patrón sugiere que la influencia genética desempeña un papel más relevante en la relación con los trastornos alimentarios que con la depresión. Los modelos de descomposición de varianza confirmaron una heredabilidad moderada-alta tanto en la exposición como en los resultados, con una covarianza sustancial atribuible a factores genéticos compartidos, especialmente entre insatisfacción corporal y síntomas alimentarios.

A pesar de las limitaciones del estudio, los hallazgos respaldan la hipótesis de que reducir la insatisfacción corporal en la adolescencia podría tener beneficios transdiagnósticos en la prevención de trastornos mentales como los trastornos alimentarios y la depresión. Dado que esta insatisfacción refleja tanto componentes genéticos como influencias ambientales —incluyendo presiones socioculturales y estigma relacionado con el peso—, se proponen intervenciones multifacéticas: estrategias familiares y escolares, regulación de contenidos en redes sociales, y políticas que eviten reforzar preocupaciones estéticas en programas contra la obesidad. Futuras investigaciones deberían incorporar medidas más inclusivas de imagen corporal, considerando diferencias de género y diversidad cultural, para diseñar intervenciones preventivas más eficaces y equitativas.

Por Alfredo Calcedo 23 de diciembre de 2025
Artículo de opinión que manifiesta la existencia de una profunda desconexión entre el uso práctico y positivo de los inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) en manos de especialistas y las recomendaciones académicas basadas en ensayos clínicos aleatorizados (ECA) y guías clínicas . Este desfase ha conducido a una pronunciada desconfianza institucional en el perfil de efectividad de los IMAO y ha reducido su prescripción, a pesar de su utilidad clínica reconocida. El autor argumenta que la preeminencia de los ECA y los metaanálisis en las guías clínicas favorece la exclusión de los IMAO, ya que dichos estudios rara vez incluyen estos compuestos. Así, la experiencia clínica, una valiosa fuente de conocimiento sobre su eficacia en grupos especiales de pacientes, queda desvalorizada y catalogada erróneamente como "anecdótica". Para contrarrestar esta posición, el artículo recurre a la epistemología moderna de la causalidad, principalmente la propuesta por Judea Pearl. Pearl sostiene que la ciencia no puede prescindir de la noción de causalidad y que los métodos estadísticos frecuentistas —como los valores p y los ECA— no bastan para establecer relaciones causales. En cambio, su teoría del "do‑operator" permite manipular variables causales en contextos observacionales, legitimando así la práctica clínica como forma válida de generación de evidencia científica. El autor ilustra su argumento contrastando ejemplos históricos: la disposición de pacientes a recibir IMAO llevó en los años cincuenta a una notable reducción de sesiones de electroconvulsoterapia —un resultado evidente, clínicamente relevante y consecuente con los principios de Pearl— sin recurrir a ECA formales. Esto sugiere que la evidencia derivada de la práctica médica puede ser tan válida como la obtenida por métodos experimentales controlados cuando es interpretada adecuadamente. Además, se identifica un déficit educativo en farmacología clínica. El desconocimiento sobre mecanismos, interacciones, manejo de tiramina y otras advertencias asociadas a los IMAO ha aumentado la percepción de peligro entre los médicos. Textos formativos y manuales de referencia contienen conceptos erróneos o anticuados que promueven una imagen alarmista —como la supuesta toxicidad por alimentos— sin una base científica sólida. En respuesta a esta situación, se han conformado grupos de expertos internacionales (International IMAO Expert Group) para mejorar la formación, derribar mitos y promover una utilización segura y eficaz de los IMAO, con el objetivo último de beneficiar a pacientes que no responden a otros tratamientos.
Por Alfredo Calcedo 23 de diciembre de 2025
El parkinsonismo inducido por fármacos (DIP) es una forma poco reconocida de parkinsonismo secundario que puede imitar la enfermedad de Parkinson idiopática, pero es en gran medida reversible. El DIP persiste no por ser poco común ni desconocido, sino porque se encuentra en la intersección de disciplinas como la neurología, la psiquiatría, la geriatría y la farmacología, donde la comunicación a menudo falla. Si bien el uso de antipsicóticos de primera generación ha disminuido, otros agentes, como el valproato, la ciclosporina, los inhibidores del transportador vesicular de monoamina 2 y los suplementos herbales a base de Rauwolfia serpentina, han surgido como contribuyentes notables. Esta revisión narrativa integra perspectivas epidemiológicas, mecanicistas y educativas para construir un marco diagnóstico basado en mecanismos que sea clínicamente viable y pedagógicamente valioso. En los estudios, el DIP representó aproximadamente el 60-70% de los casos de parkinsonismo secundario, afectando desproporcionadamente a adultos mayores y mujeres. La imagen funcional con tomografía computarizada por emisión monofotónica del transportador de dopamina generalmente muestra una captación estriatal preservada, lo que facilita la diferenciación del parkinsonismo neurodegenerativo. La recuperación suele ocurrir entre seis y doce meses después de suspender el fármaco causante, aunque una minoría puede experimentar síntomas persistentes. El enfoque de tres pasos propuesto enfatiza la revisión exhaustiva de la medicación y los suplementos, el reconocimiento de patrones clínicos característicos y la retirada oportuna con seguimiento para confirmar la reversibilidad. Este marco promueve prácticas de prescripción más seguras, refuerza la formación del personal clínico y mejora la detección de esta afección prevenible.
Por Alfredo Calcedo 22 de diciembre de 2025
Excelente artículo de Pablo Malo, psiquiatra de Bilbao, que revisa la literatura y expone los diferentes tipos de homicidio de pareja . En la última década, los datos sobre homicidios de pareja en España revelan una realidad compleja: solo un 23% de las mujeres asesinadas habían denunciado previamente violencia de género, y de ellas, otro 23% murió pese a contar con medidas de protección. El paradigma tradicional, sustentado en la teoría feminista, concibe el homicidio como la culminación de un proceso continuo de violencia ascendente, desde agresiones leves hasta el asesinato. Sin embargo, investigaciones recientes cuestionan este modelo, mostrando que en numerosos casos no existía violencia previa detectable Se identifican dos perfiles diferenciados de agresores. El primero, que representa entre el 33% y el 40% de los casos, carece de historial violento y se asocia a crisis vitales agudas —como ruina económica o separación reciente— y a ideación suicida, lo que explica la alta frecuencia de homicidios seguidos de suicidio. El segundo grupo, mayoritario (60-67%), corresponde al maltratador clásico, caracterizado por control coercitivo, celos patológicos y escalada de agresiones, ajustándose al modelo tradicional. Esta diferenciación implica un cambio sustancial en las estrategias preventivas: los protocolos actuales, centrados en la violencia previa, no logran detectar el primer grupo, que requiere indicadores distintos, como la presencia de crisis personales y conductas suicidas. La ideación suicida emerge como un predictor relevante del homicidio de pareja, multiplicando el riesgo en casos de violencia de género y siendo especialmente relevante en homicidios-suicidios, que constituyen cerca del 30% de los feminicidios. Paralelamente, los estudios subrayan la influencia de los trastornos mentales en estos delitos. Un tercio de los homicidios seguidos de suicidio se vincula a patologías psiquiátricas graves, acompañadas de deterioro físico y dependencia. El metaanálisis de Kivisto (2015) propone cuatro categorías de homicidas: el enfermo mental, con psicosis y escasa violencia previa; el controlado/desregulado, asociado a trastornos afectivos, ansiedad y abuso moderado de sustancias; el agresor crónico antisocial, con rasgos narcisistas y sin psicopatología grave; y el sobrecontrolado, caracterizado por personalidad dependiente y esquizoide, sin antecedentes significativos de violencia. La revisión sistemática de Abreu, Barker y Bedford (2017) confirma que la presencia de enfermedad mental incrementa el riesgo homicida en ambos sexos, destacando la relación entre homicidios impulsivos y el uso de armas blancas en agresores con psicosis o trastornos duales. Asimismo, se observa que el trastorno bipolar influye en la modalidad del crimen: los homicidios domésticos son más frecuentes en fases depresivas, mientras que en fases maníacas predominan los cometidos fuera del hogar. Este panorama evidencia la dificultad de anticipar sucesos de baja prevalencia, comparables a los “cisnes negros” descritos por Taleb: eventos improbables con consecuencias críticas que desafían los modelos predictivos. Por ello, se reclama avanzar en herramientas validadas para entornos policiales, sanitarios y forenses, integrando protocolos que contemplen factores situacionales y clínicos. La prevención eficaz dependerá de reconocer esta heterogeneidad y superar la visión lineal del fenómeno.