Especialidad de Psiquiatría infantil: historia de un proyecto y sus avatares

6 de junio de 2021

Para entender cómo hemos llegado a la situación actual

Para comprender el problema que se ha producido con la propuesta de creación de la especialidad de Psiquiatría infantil que se debate actualmente es preciso analizar los avatares que se han producido en estos últimos siete años. Realizamos un análisis cronológico.


Nuestra historia arranca con el
Real Decreto, publicado en 2014, que creaba el sistema de troncalidad de toda la formación MIR. Después de años de negociación y preparación esta norma suponía una radical transformación de los esquemas de formación. La Psiquiatría tenía un tronco propio del que salían dos “ramas” la Psiquiatría infantil y la Psiquiatría. Nada más aprobarse la norma, y publicarse en el BOE, se constituye la Comisión Nacional de la Especialidad de Psiquiatría del Niño y del Adolescente. En esta comisión hay miembros nombrados por varias instituciones, una de ellas es la Organización Médica Colegial, quien designa a un médico no psiquiatra. El resto de los miembros son psiquiatras. La comisión se constituye y no hay protestas del resto de los miembros por esta situación peculiar. 


Sin embargo, esta aventura dura pocos meses.
El Tribunal Supremo anula el Real Decreto de Troncalidad por no haberse recogido una memoria de análisis de impacto económico. Había recurrido la Sociedad Española de Inmunología, y después de varias diligencias se estimó que implantar la troncalidad supondría un coste de más de mil millones de Euros. El Tribunal Supremo entendía que el Ministerio no podía imponer este coste a las comunidades autónomas.


Esta anulación (Diciembre de 2016) supuso tener que poner “el reloj a cero”, y empezar de nuevo a gestionar una nueva propuesta. En lo que tiene que ver con la Psiquiatría infantil. Se da un primer paso en Diciembre de 2017 en el que aparece el primer borrador de manejo a nivel interno y de grupos de trabajo, pero que no se hace público. Sale una nueva versión en Enero de 2018 y otra en Mayo del mismo año (
Ver en esta noticia todas las versiones).


En Enero 2018 el Ministerio de Sanidad publica un borrador, y abre un periodo de alegaciones. Numerosas sociedades científicas y profesionales a título particular, así como las comunidades autónomas, realizan alegaciones. Algunas sociedades realizan encuestas entre sus socios que se muestran críticos con algunos puntos del borrador, sobre todo con la denominación de “Psiquiatría del adulto”.


Después de que cierre el periodo de alegaciones para el público en general el Consejo Nacional de Especialidades recoge las alegaciones de las diferentes comisiones nacionales de las diferentes especialidades en escrito del 13 de Abril de 2018. Destaca la petición de la Comisión de Pediatría que pide “permitir el acceso a los pediatras con dedicación a la Psiquiatría del niño y del adolescente”. Más adelante justifica su petición:


“Se trata de una especialidad que no existía hasta el momento y, al igual que en las subespecialidades pediátricas, aún no reguladas, hay algunos pediatras que están ejerciendo desde hace años en el ámbito de la Psiquiatría del niño y del adolescente. A diferencia de otras subespecialidades, se trata de casos anecdóticos, por su mayor complejidad, y entendemos de hecho que por este motivo se ha planteado finalmente como una nueva especialidad y no una simple área de capacitación específica. Según nos ha comunicado la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría, que creemos que también debería haber sido consultada, estos profesionales son un número muy reducido de probablemente menos de 15-20 personas en todo el Estado. No obstante, en aquellos casos excepcionales, en que estén trabajando de facto en el sistema nacional de salud, y que se demuestre una experiencia sólida, y similar a la exigida a los psiquiatras, debería contemplarse la posibilidad de concederles también el título por la vía extraordinaria”


En la tramitación anterior nunca se había planteado la creación de una vía extraordinaria para los pediatras. Por ello la Comisión de la Especialidad de Psiquiatría no planteó objeciones.


Pocos días después, el 4-5-2018, el Ministerio elabora un nuevo borrador en el que aparece, por primera vez, la vía de acceso extraordinaria a los pediatras. En las dos versiones anteriores no se mencionaba esta vía (
ver análisis comparativo). Este hecho sorprende dado que en el programa vigente de formación en pediatría los residentes de pediatría no tienen rotación obligatoria en Psiquiatría infantil.


En Junio 2018 se produce el cambio de Gobierno por la moción de censura, y poco después cambia el equipo directivo del Ministerio, incluyendo la subdirección general que gestiona las profesiones sanitarias, y se ocupa de las especialidades médicas.


En 2019 hay una gran incertidumbre política, y se celebran dos elecciones generales en Abril y Noviembre. Posiblemente, los responsables del Ministerio no consideraron adecuado avanzar en los proyectos de las especialidades médicas. Todo está parado.


En Enero 2020 empiezan a surgir noticias y
se filtra un borrador con el proyecto del Ministerio para el Real Decreto relacionado con las especialidades médicas. Este texto tiene un enfoque totalmente nuevo respecto al Real Decreto anterior anulado en el Tribunal Supremo. Esta norma recoge también el procedimiento por el que se crean las nuevas especialidades.


Con el nuevo proyecto de especialidades surge un grave problema para el nacimiento de la Psiquiatría infantil como especialidad reconocida: todos los trámites hechos hasta ahora no servirían para nada, y habría que empezar desde cero otra vez, lo que conllevaría varios años más de espera.


Los colectivos representativos de la Psiquiatría infantil presionan al Ministerio. Hay críticas contra el Ministerio en diversos medios de comunicación sanitaria, se recogen firmas, etc. Los líderes de la Psiquiatría infantil intentan una jugada: conseguir que la especialidad de Psiquiatría infantil salga aprobada con la normativa todavía vigente de creación de especialidades, antes de que se apruebe la nueva normativa global de especialidades. Consiguen convencer al Ministerio. El expediente del proyecto de Real Decreto de creación de la especialidad de Psiquiatría infantil que había permanecido año y medio en un cajón se reactiva. El Ministerio da por buenos los trámites realizados hasta 2018, por lo que no hay que empezar de cero.


En una
nota de prensa conjunta de AEPNYA y SEPYPNA, las dos sociedades principales de la Psiquiatría infantil, publicada el 3 de Junio de 2021, se recoge literalmente:


“No solo estamos de acuerdo con el proyecto de RD de fecha 25 de marzo de 2021 sino que hemos formado parte activa del desarrollo de su contenido, consiguiendo un documento de consenso que refleja lo que la mayoría de los psiquiatras que atienden en la actualidad a la infancia y la adolescencia quieren”.

 

La nota está firmada por los presidentes de ambas sociedades.


En otro párrafo de la nota de prensa dicen:


“Junto con las dos sociedades más numerosas de Psiquiatría de España -Sociedad de Psiquiatría Española (SEP) y Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN)- hemos colaborado desde hace años con el Ministerio de Sanidad para conseguir la creación de la especialidad”. 


Por ello, entendemos que representantes de sociedades científicas de la Psiquiatría infantil han participado de manera activa en la redacción del borrador final que ha sido remitido al Consejo de Estado.


El 7 de Abril de 2021 a las 11:40 el expediente de creación de la especialidad de Psiquiatría infantil entra en el Consejo de Estado. Precisamente ese mismo día, 7 de Abril de 2021, y seguramente no es casualidad, el Ministerio
abre el trámite de alegaciones para el proyecto de Real Decreto que regula a todas las especialidades. Parece como si el Ministerio hubiera estado esperando a que se resolviera el problema de la Psiquiatría infantil para impulsar el trámite de esta norma que afecta a todas las especialidades.


El Ministerio tenía prisa por impulsar el trámite de todas las especialidades. Si esta norma avanzaba muy rápido se llevaba por delante los años de trabajo para sacar adelante la Psiquiatría infantil. 


El Ministerio tenía, por otro lado, la presión de la Pediatría que llevaba décadas clamando por poder acceder a la especialidad de Psiquiatría infantil. Los responsables políticos del Ministerio vieron entonces una salida: se abre la puerta a los pediatras, sacamos la especialidad de Psiquiatría infantil, y todos contentos. 


Los líderes de la Psiquiatría infantil que se sentaron con el Ministerio de Sanidad a cerrar el texto estaban en una posición complicada: o aceptaban las condiciones del Ministerio (acceso de los pediatras, recorte de competencias a los psiquiatras no infantiles, etc), o tendrían que empezar de cero, tramitando nuevamente la solicitud con la nueva norma, lo que supondría más años de espera. Finalmente aceptaron lo que el Ministerio ofreció. Y esto nos ha llevado a la situación actual.


En esta descripción de los hechos quedan todavía algunos interrogantes ¿Qué papel ha jugado la Comisión Nacional de la Especialidad de Psiquiatría en todo esto?, ¿Conocían los miembros de la Comisión el texto que proponía el Ministerio?.


Reflexión final
: reiteramos una vez más nuestro firme apoyo a la creación de la especialidad de Psiquiatría infantil y de la adolescencia. Sin embargo, paradójicamente, la creación de esta norma va a tener una repercusión muy importante en los profesionales que no son psiquiatras infantiles. ¿Merece la pena pagar este precio? Que cada uno saque sus propias conclusiones.












Por Alfredo Calcedo 29 de octubre de 2025
Este artículo expone los hallazgos de una revisión científica sobre los efectos psiquiátricos del finasteride, un medicamento ampliamente utilizado para tratar la alopecia androgenética (AGA). La revisión, publicada en el Journal of Clinical Psychiatry , analiza ocho estudios clave realizados entre 2017 y 2023. Cuatro de ellos se centran en efectos secundarios reportados por pacientes, y los otros cuatro en grandes bases de datos de historiales médicos. Los resultados muestran que los usuarios de finasteride tienen un riesgo significativamente mayor de sufrir depresión, ansiedad y pensamientos suicidas en comparación con quienes no lo usan. Finasteride, comercializado como Propecia o Proscar, actúa bloqueando la enzima 5α-reductasa, que convierte la testosterona en dihidrotestosterona (DHT), responsable de la miniaturización de los folículos capilares. Sin embargo, esta enzima también participa en la producción de neuroesteroides como la alopregnanolona, que ayudan a controlar el estado de ánimo. Al interferir en este proceso podría explicar sus efectos psiquiátricos. Los efectos adversos pueden persistir incluso después de suspender el tratamiento, y en algunos casos han sido tan graves que han derivado en suicidios. Aunque ya en 2002 se sospechaba de una relación con la depresión, la FDA no reconoció este efecto secundario hasta 2011, y no añadió la ideación suicida a la etiqueta del medicamento hasta 2022. Las cifras son preocupantes: en 2011 se reportaron 18 suicidios y en 2024, ascendieron a 320. El artículo también denuncia una grave falta de vigilancia farmacológica. Muchos médicos no asocian los síntomas psiquiátricos al medicamento, y las familias a menudo desconocen que sus seres queridos lo estaban tomando. Además, al tratarse de un fármaco cosmético, finasteride ha escapado a controles rigurosos que sí se aplican a medicamentos psiquiátricos. Dr. Brezis, autor del artículo, critica que ninguno de los estudios de seguridad fue promovido por Merck, fabricante original, ni exigido por los reguladores. Propone que se exija a los fabricantes realizar estudios post-comercialización y que se refuerce su cumplimiento. También cuestiona la eficacia a largo plazo del medicamento, señalando que muchos estudios son pequeños, financiados por la industria y sesgados. Finalmente, el artículo advierte sobre la facilidad con la que jóvenes pueden adquirir finasteride en línea sin receta ni supervisión médica, lo que agrava el problema.
Por Alfredo Calcedo 29 de octubre de 2025
Artículo publicado en El Médico Interactivo que analiza cómo distintos países están enfrentando la escasez de personal sanitario, un problema global que se ha intensificado tras la pandemia y que se prevé agravarse con un déficit de 10 millones de trabajadores de la salud para 2030, según la OMS. En Estados Unidos y Europa, se están explorando soluciones innovadoras. Un informe de Deloitte, basado en encuestas a ejecutivos sanitarios de seis países, revela que más del 70% prioriza mejorar la eficiencia operativa y la productividad. La transformación digital, especialmente la atención virtual, se presenta como una herramienta clave, aunque con riesgos si no se gestiona adecuadamente. Por ejemplo, las salas virtuales podrían aliviar la falta de camas, pero también generar nuevos costes y aumentar la presión sobre el personal. Otro aspecto es la mejora de los flujos de trabajo y la retención del personal. Se propone ampliar horarios de atención y flexibilizar turnos, pero esto requiere mejorar las condiciones laborales. La presión asistencial y el agotamiento están provocando renuncias masivas de los profesionales, como en EE.UU., donde se pasó de 400.000 a 600.000 renuncias mensuales entre 2020 y 2023. McKinsey sugiere que los sistemas de salud podrían crear sus propias entidades educativas o asociarse con instituciones de educación postsecundaria para formar profesionales en salud digital. Estas alianzas permitirían personalizar la formación según las necesidades del sistema sanitario, mejorar la calidad educativa y fortalecer la relación entre estudiantes y centros de salud. En resumen, el artículo destaca que la solución pasa por combinar tecnología, formación continuada, mejora de condiciones laborales y colaboración entre sistemas sanitarios y educativos. Aunque los modelos no son directamente extrapolables entre países, estas estrategias pueden inspirar a España en su búsqueda de soluciones ante la escasez médica.
Por Alfredo Calcedo 29 de octubre de 2025
Aunque el intento de suicidio es el mejor predictor de muerte por suicidio, pocas personas que lo intentan se suicidan (<10%). Aproximadamente la mitad de las muertes por suicidio ocurren sin evidencia previa de pensamientos o comportamientos suicidas. También, cerca del 50% de estas personas no tienen diagnósticos psiquiátricos previos, lo que sugiere que los factores tradicionales no explican completamente el riesgo. Este estudio analiza las diferencias genéticas entre personas que murieron por suicidio sin haber mostrado signos previos de suicidabilidad (SD-N) y aquellas que sí los mostraron (SD-S). El objetivo es entender si existen distintas predisposiciones genéticas en estos dos grupos, especialmente en relación con condiciones neuropsiquiátricas. Metodología Se analizaron datos de 2769 personas fallecidas por suicidio en Utah entre 1998 y 2022. Se dividieron en dos grupos: SD-N (sin suicidabilidad previa) y SD-S (con suicidabilidad previa). Se usaron polygenic scores (PGS), que son puntuaciones genéticas que indican la predisposición a ciertas condiciones neuropsiquiátricas. Se compararon los PGS de ambos grupos y también con un grupo de control de la población general. Principales hallazgos El grupo SD-N tenía menos carga genética asociada a trastornos como: Depresión mayor Ansiedad Afecto deprimido Neuroticismo Trastorno de estrés postraumático (TEPT) Enfermedad de Alzheimer En algunos casos, los PGS del grupo SD-N eran similares a los del grupo de control, lo que sugiere que no tenían una predisposición genética elevada a estos trastornos. El grupo SD-S sí mostraba mayores cargas genéticas para estas condiciones, lo que coincide con sus antecedentes clínicos. Implicaciones Estos resultados desafían la idea de que los trastornos psiquiátricos son el núcleo central del riesgo de suicidio. Indican que otras vías genéticas o factores no psiquiátricos podrían estar involucrados en las muertes por suicidio sin antecedentes de suicidabilidad. Esto abre nuevas líneas de investigación y prevención, especialmente para identificar personas en riesgo que no presentan síntomas evidentes.