La adicción a los chatbots y su impacto en la salud mental
Artículo de opinión publicado en Psychiatric Times y escrito por Allen Frances, psiquiatra estadounidense que fue presidente del Grupo de Trabajo del DSM-IV. El artículo analiza el fenómeno emergente de la adicción a los chatbots y su impacto potencial en la salud mental y el diagnóstico psiquiátrico. Frances establece un paralelismo provocador entre la dependencia de los chatbots y la adicción a las drogas, argumentando que las grandes empresas tecnológicas han desarrollado un modelo de negocio aún más eficaz que el de los cárteles de drogas: enganchar a los usuarios desde jóvenes, pero de forma legal, sin restricciones regulatorias y con una expansión global sin precedentes.
Los chatbots, diseñados para maximizar la interacción (” enganchar a los usuarios tan profundamente que sus ojos se queden pegados a la pantalla”), están programados para estar siempre disponibles, agradables, empáticos y complacientes. Esto los convierte en compañeros ideales, especialmente para personas solas o vulnerables, pero también en herramientas que pueden fomentar una dependencia emocional y cognitiva. A diferencia de las relaciones humanas, los chatbots no presentan fricciones ni rechazos, lo que refuerza su atractivo.
El autor advierte que esta dependencia puede tener consecuencias graves: pérdida de contacto con la realidad, aislamiento social, exacerbación de trastornos mentales como psicosis, manía, trastornos alimentarios o ideación suicida. Además, los chatbots pueden reforzar teorías conspirativas y creencias delirantes al no ofrecer un contraste crítico, sino validación constante.
Frances también señala que, aunque los efectos adversos de las drogas son más letales, los chatbots representan un riesgo existencial más profundo: erosionan la excepcionalidad humana y podrían llevar a una pérdida de habilidades cognitivas. Mientras los chatbots se vuelven más inteligentes y autónomos, los humanos podrían volverse más dependientes y menos capaces.
El artículo critica la falta de participación de profesionales de salud mental en el desarrollo de estos sistemas, así como la ausencia de regulación gubernamental. Aunque aún no existen diagnósticos oficiales como “adicción al chatbot” en el DSM o la CIE, el autor propone que los clínicos comiencen a considerar el uso de chatbots como parte de la evaluación diagnóstica, especialmente en casos de aparición o agravamiento de síntomas psiquiátricos.
En cuanto al tratamiento, sugiere que se podrían adaptar estrategias utilizadas para otras adicciones conductuales. También propone recomendaciones específicas según la edad y vulnerabilidad del usuario: desaconseja su uso en menores de 18 años, advierte sobre los riesgos en personas con enfermedades mentales graves o vulnerables a la desinformación, y sugiere un uso cuidadoso en adultos mayores.
Finalmente, Frances insta a la presión pública y legal para forzar a las empresas tecnológicas a asumir responsabilidad, implementar salvaguardas y colaborar con expertos en salud mental. Concluye con una advertencia sombría: si no se controla esta dependencia, los chatbots podrían terminar controlándonos a nosotros.

