¿Las redes sociales están intensificando la vigorexia y el dopaje entre jóvenes?

19 de noviembre de 2025

El artículo, publicado en El Médico Interactivo analiza cómo las redes sociales están impulsando la vigorexia, también conocida como complejo de Adonis, y el consumo de sustancias dopantes entre los jóvenes. Este trastorno se caracteriza por una percepción distorsionada del propio cuerpo y una obsesión por aumentar la masa muscular, lo que lleva a rutinas extremas de ejercicio, dietas restrictivas y, en muchos casos, al uso de anabolizantes. Las consecuencias pueden ser graves: desde daños hepáticos y cardiovasculares hasta problemas psicológicos como ansiedad y depresión.

Las plataformas digitales, especialmente Instagram, TikTok y YouTube, juegan un papel clave en esta problemática. La presión estética se refuerza mediante modelos corporales idealizados y la búsqueda constante de validación a través de “likes”. Estudios recientes en España y Europa confirman un aumento significativo de síntomas compatibles con vigorexia, sobre todo en varones, aunque también afecta a mujeres.

El entorno social y familiar contribuye a esta dinámica. Los gimnasios, convertidos en espacios de socialización, fomentan la competencia estética con comentarios que refuerzan la comparación. Asimismo, familias centradas en la apariencia, el acoso escolar y la falta de diversidad en los referentes deterioran la autoestima, favoreciendo conductas compensatorias.

El dopaje con esteroides anabólicos androgénicos (AAS) es otro factor alarmante: hasta la mitad de los jóvenes con vigorexia recurre a estas sustancias para mejorar el rendimiento o reducir la fatiga. Su consumo se asocia a insatisfacción corporal, compulsión al entrenamiento y ansiedad social, además de efectos adversos como infertilidad, alteraciones psicológicas y dependencia.

Frente a este escenario, la intervención temprana resulta crucial. Las enfermeras desempeñan un papel esencial en la detección en atención primaria, entornos escolares y deportivos, mediante cribados y entrevistas que evalúan la percepción corporal y factores emocionales. Además, programas educativos impulsados por la Red Española de Escuelas Promotoras de Salud Mental promueven la aceptación corporal y combaten los estereotipos digitales. La colaboración familiar y comunitaria, junto con protocolos de derivación, refuerza el seguimiento y reduce el riesgo de recaídas.

En conclusión, la vigorexia y el dopaje entre jóvenes están en aumento, alimentados por la cultura digital y la presión social por ideales corporales y conductas disfuncionales normalizadas en gimnasios y redes sociales. La respuesta pasa por una intervención integral que combine prevención, educación y atención sanitaria especializada.

Por Alfredo Calcedo 19 de noviembre de 2025
El estudio, publicado en JAMA Network Open, explora cómo los patrones de uso del smartphone durante la noche pueden anticipar el riesgo de ideación suicida al día siguiente. La investigación parte de una pregunta clave: ¿es el tipo de interacción con el dispositivo —pasiva o activa— más relevante que la cantidad total de tiempo frente a la pantalla? Para responder, los autores reclutaron a 79 adultos con historial reciente de ideación o conductas suicidas. Durante 28 días, se recogieron datos de alta resolución mediante capturas de pantalla cada cinco segundos, acumulando más de 7,5 millones de imágenes. Paralelamente, los participantes completaron seis encuestas diarias que evaluaban ideación pasiva, activa y planificación suicida. El análisis se centró en tres indicadores: el intervalo más largo sin uso entre las 20:00 y las 10:00, el uso dentro de las ventanas de sueño autorreportadas y la actividad por hora en tres franjas críticas: tarde (23:00–1:00), medianoche (1:00–5:00) y madrugada (5:00–8:00). Además, se distinguió entre uso pasivo (consumo de contenido) y activo (interacción mediante teclado), empleando un modelo de visión artificial para detectar escritura. Los hallazgos son reveladores. El uso pasivo entre las 23:00 y la 1:00 se asoció con mayor probabilidad de ideación suicida y planificación al día siguiente. En contraste, el uso activo entre la 1:00 y las 5:00 mostró un efecto protector, sugiriendo que actividades como mensajería pueden funcionar como estrategias de afrontamiento o conexión social. Otro resultado importante fue que los intervalos prolongados sin uso —especialmente de 7 a 9 horas— se vincularon con menor riesgo, mientras que las pausas más cortas (4 a 7 horas) se asociaron con mayor vulnerabilidad. Estas asociaciones se mantuvieron incluso controlando por el tiempo total de pantalla, lo que indica que el momento y la naturaleza del uso son más determinantes que la cantidad. El estudio plantea interpretaciones interesantes: el consumo pasivo nocturno podría intensificar emociones negativas o exponer a contenido sensible, mientras que la interacción activa podría ofrecer soporte social. Sin embargo, los autores advierten que la relación puede ser bidireccional: la ideación suicida también podría impulsar ciertos patrones de uso. Entre las fortalezas destacan la granularidad de los datos y la diferenciación entre tipos de uso; entre las limitaciones, el tamaño reducido de la muestra y la falta de registro previo del protocolo. En conclusión, los resultados sugieren que los patrones específicos de uso nocturno del smartphone pueden actuar como biomarcadores digitales del riesgo suicida inminente. Esto abre la puerta a intervenciones “just-in-time” que no se basen en reducir el tiempo total de pantalla, sino en identificar momentos críticos y estilos de interacción. La investigación aporta una perspectiva innovadora para la prevención del suicidio en la era digital, donde la tecnología puede convertirse tanto en un riesgo como en una herramienta protectora.
Por Alfredo Calcedo 19 de noviembre de 2025
E l estudio analiza cómo la presencia de vegetación en el entorno se relaciona con las hospitalizaciones por trastornos mentales en siete países, a lo largo de dos décadas. Los investigadores encontraron que vivir en áreas más verdes se asocia con una menor probabilidad de ingreso hospitalario por problemas psiquiátricos, especialmente en trastornos como el abuso de sustancias, psicosis y demencia. En promedio, un incremento en la vegetación se vinculó con una reducción cercana al 7 % en las hospitalizaciones, aunque el efecto varía según el país y el tipo de trastorno. Los beneficios fueron más evidentes en entornos urbanos, donde la falta de espacios verdes es más común. El estudio estima que aumentar la vegetación en ciudades podría evitar miles de ingresos hospitalarios cada año, lo que sugiere un impacto significativo en la salud pública. Sin embargo, también se observaron diferencias entre países: mientras Brasil, Chile y Tailandia mostraron efectos protectores consistentes, en Australia y Canadá hubo asociaciones menos claras e incluso adversas en algunos casos. La relación entre vegetación y salud mental parece ser estable, lo que indica que cualquier incremento en áreas verdes podría aportar beneficios. Aun así, los autores advierten que el estudio es observacional y no prueba causalidad, por lo que se requieren más investigaciones para entender cómo influyen factores como la calidad, accesibilidad y tipo de vegetación. En conclusión, el trabajo respalda la idea de que aumentar los espacios verdes no solo mejora el entorno urbano, sino que también puede ser una estrategia preventiva frente a ciertos trastornos mentales. Esto convierte la planificación urbana y la inversión en naturaleza en una herramienta potencial para reducir la carga de enfermedad mental, especialmente en ciudades densamente pobladas. Comentado en Diario Médico .
Por Alfredo Calcedo 18 de noviembre de 2025
Desde la aparición de los chatbots basados en modelos de lenguaje (LLM), su uso se ha incrementado notablemente entre adolescentes y adultos jóvenes, coincidiendo con una crisis de salud mental en EE. UU. En el último año, el 18 % de los adolescentes de 12 a 17 años experimentaron un episodio depresivo mayor y el 40 % no recibió atención profesional. Ante esta situación, surge la pregunta sobre el papel de la IA generativa como recurso de apoyo emocional. Este estudio transversal constituye la primera encuesta nacional (EEUU) representativa sobre el uso de IA generativa para consejos relacionados con salud mental en jóvenes de 12 a 21 años . La investigación se realizó entre febrero y marzo de 2025, con participantes seleccionados mediante muestreo aleatorio de hogares a través de los paneles RAND y Ipsos. Se evaluó si los encuestados habían utilizado IA generativa, si la consultaron cuando se sentían tristes, enojados o nerviosos, la frecuencia de uso y la percepción de utilidad. Para garantizar comprensión, se emplearon términos sencillos y ejemplos como ChatGPT, Gemini y My AI. De los 2125 individuos contactados, respondieron 1058 (tasa de respuesta: 49,8 %). El 13,1 % reportó haber usado IA generativa para consejos emocionales, lo que representa aproximadamente 5,4 millones de jóvenes en EE. UU. La prevalencia fue mayor en el grupo de 18 a 21 años (22,2 %). Entre los usuarios, el 65,5 % interactuó al menos mensualmente y el 92,7 % consideró útil la ayuda recibida. El análisis multivariable mostró que los jóvenes de 18 a 21 años tenían casi cuatro veces más probabilidades de usar IA para este fin en comparación con adolescentes más jóvenes. Además, los participantes afroamericanos fueron menos propensos a calificar la ayuda como útil. El uso frecuente parece vincularse a ventajas percibidas como bajo coste, inmediatez y privacidad, especialmente entre quienes no acceden a atención psicológica tradicional. No obstante, plantea preocupaciones sobre la calidad del consejo, la falta de estándares para evaluarlo y la escasa transparencia en los datos que entrenan estos modelos. Entre las limitaciones destacan el tamaño muestral reducido, posibles sesgos y la ausencia de información sobre diagnósticos clínicos. Se recomienda que futuras investigaciones analicen el impacto del uso de IA en jóvenes con trastornos mentales y sus resultados en salud. En conclusión, aunque el uso de IA generativa para apoyo emocional no es mayoritario, quienes la emplean lo hacen con frecuencia y perciben utilidad, lo que plantea interrogantes sobre su papel en la atención de salud mental juvenil.