El efecto del sueño en los procesos cognitivos, afectivos y conductuales

26 de mayo de 2025

El sueño es esencial para diversos procesos cognitivos, afectivos y conductuales, como la atención, la memoria, la función ejecutiva, la regulación emocional y las interacciones interpersonales. Las interrupciones del sueño debilitan estas funciones, lo que resulta en deficiencias mensurables en las actividades diarias, el rendimiento laboral y la seguridad pública. Un sueño adecuado favorece una vigilancia y concentración sostenidas, mientras que la privación del sueño se asocia con lapsus de atención, disminución del control cognitivo y deterioro del procesamiento sensorial. La consolidación de la memoria, que depende tanto del sueño no REM (sueño con movimientos oculares rápidos) como del sueño REM (sueño con movimientos oculares rápidos), es particularmente susceptible a la interrupción por la pérdida de sueño. Las funciones ejecutivas, como la memoria de trabajo, el control de impulsos y la toma de decisiones, se ven notablemente afectadas debido a la mayor sensibilidad de la corteza prefrontal a la falta de sueño.

La privación del sueño aumenta la reactividad de la amígdala, debilita la conectividad entre la corteza prefrontal y la amígdala, y contribuye a la desregulación emocional, la impulsividad y las conductas de riesgo. La privación crónica del sueño agrava los déficits cognitivos, la inestabilidad emocional y el deterioro del rendimiento motor, lo que conlleva mayores tasas de error y una menor productividad en el lugar de trabajo. Dadas sus consecuencias generalizadas, la privación crónica del sueño constituye un importante problema de salud pública. Esta revisión narrativa sintetiza la investigación contemporánea sobre los efectos del sueño y la pérdida de sueño en el comportamiento durante la vigilia, centrándose en la atención, la memoria, la función ejecutiva, la regulación emocional y el rendimiento diurno.

Por Alfredo Calcedo 10 de octubre de 2025
Aprender a dejar de sentir miedo ante algo que antes lo provocaba —lo que se llama aprendizaje de extinción— es clave para adaptarnos bien y entender mejor los trastornos de ansiedad. En estudios con animales, se ha visto que ciertas señales eléctricas del cerebro (llamadas oscilaciones theta) en zonas como la amígdala y el hipocampo son muy importantes tanto para adquirir el miedo como para superarlo. Además, se ha descubierto que superar el miedo no borra el recuerdo original, sino que crea una nueva memoria que lo contrarresta, y esta nueva memoria depende mucho del contexto en el que se aprende. No está claro si esto funciona igual en humanos. Para investigarlo, en este estudio se han usado registros cerebrales profundos en personas con epilepsia, lo que permite observar directamente cómo funciona el cerebro en situaciones de miedo y seguridad. También se han aplicado técnicas que ayudan a identificar cómo se representan las memorias según el contexto. Principales hallazgos: Durante el proceso de dejar de tener miedo, la amígdala muestra señales que indican seguridad, no amenaza. Las nuevas memorias que ayudan a superar el miedo son estables y dependen del entorno en el que se aprendieron. Si el contexto en el que se aprende a superar el miedo es muy específico, es más probable que el miedo vuelva en otro entorno diferente. Por otro lado, si la memoria de seguridad se reactiva, la persona tiende a sentirse segura. Conclusión: El estudio muestra cómo el cerebro humano maneja el aprendizaje de extinción y cómo las memorias de miedo y seguridad compiten entre sí. Esta competencia explica por qué a veces el miedo reaparece (lo que se llama renovación del miedo) o por qué la sensación de seguridad puede mantenerse. Estos hallazgos ayudan a entender mejor cómo tratar los trastornos de ansiedad. Comentado en Univadis
Por Alfredo Calcedo 10 de octubre de 2025
La enfermedad de Huntington (EH) es una enfermedad neurológica y degenerativa, donde una mutación produce una proteína alterada en el cerebro que causa la enfermedad. Una nueva terapia génica permite enlentecer la evolución de la EH. El objetivo de este tratamiento es reducir los niveles de esta proteína tóxica de forma permanente, en una sola dosis. El equipo de investigación ha conseguido ralentizar el curso de la EH en un 75%. Esto significa que el deterioro que normalmente aparecería en un año, tendría lugar en cuatro años después del tratamiento, dando a los pacientes la posibilidad de décadas de buena calidad de vida.
Por Alfredo Calcedo 10 de octubre de 2025
Interesante artículo escrito por el profesor Diego Calcedo sobre la historia del valproato , desde su descubrimiento como eficaz anticonvulsivante y estabilizador del trastorno bipolar hasta el posterior conocimiento de los graves efectos adversos provocados por el mismo.