Un modelo de contrapeso para comprender y tratar los delirios persecutorios

5 de junio de 2025

El artículo propone un enfoque innovador para comprender y tratar las delirios persecutorios. En lugar de desafiar directamente estas creencias, los autores sugieren desarrollar una creencia alternativa que pueda coexistir con el delirio y, con el tiempo, volverse más poderosa que este.

Los delirios persecutorios surgen cuando los procesos cognitivos adaptativos de decidir en quién confiar se inclinan excesivamente hacia la desconfianza, generando una percepción errónea de amenaza y una sensación de inseguridad extrema. Para contrarrestar esto, el modelo propone construir una creencia de contrapeso a la creencia del delirio; creencia basada en la idea de que el mundo es lo suficientemente seguro para la persona en el presente y en el futuro.

La paranoia se mantiene debido a múltiples factores que la refuerzan, como:

  • Historia personal de experiencias traumáticas.
  • Ansiedad y activación emocional elevada.
  • Alucinaciones que refuerzan la sensación de peligro.
  • Sentimientos de vulnerabilidad y uso de mecanismos de defensa.
  • Aislamiento social y preocupación excesiva.
  • Dificultades para distanciarse de los miedos y sensación de derrota.

Estos factores pueden impedir que la persona se sienta segura, incluso en entornos benignos. Para reducir la paranoia, el modelo propone desarrollar contrapesos para cada uno de estos factores. Por ejemplo:

  • La sensación de vulnerabilidad puede contrarrestarse fomentando la autoconfianza.
  • El tiempo excesivo dedicado a la preocupación puede equilibrarse con actividades significativas.
  • La percepción de amenaza puede disminuirse mediante experiencias reales de seguridad.

Este enfoque ofrece una manera empática y personalizada de aliviar la carga de la paranoia sin confrontar directamente las creencias delirantes. En lugar de intentar eliminar el delirio, se busca fortalecer una visión alternativa que, con el tiempo, incline la balanza hacia una percepción más realista y segura del mundo.

Por Alfredo Calcedo 20 de octubre de 2025
El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es una afección crónica e incapacitante asociada con un malestar significativo y deterioro funcional. Los tratamientos de primera línea se basan principalmente en la farmacoterapia y la terapia cognitivo-conductual (TCC), en particular la terapia de exposición y prevención de respuesta (PRR). Si bien es eficaz, una proporción considerable de pacientes continúa presentando síntomas clínicamente significativos después del tratamiento. En las últimas décadas, se han investigado terapias psicológicas alternativas para complementar la TCC y abordar sus limitaciones en el manejo del TOC. Esta revisión narrativa, basada en la literatura relevante indexada en PubMed/MEDLINE entre 2003 y 2023, examina la evidencia sobre las terapias de tercera generación para el TOC, centrándose en la terapia de aceptación y compromiso (ACT), la terapia basada en mindfulness (MBT) y la terapia metacognitiva (TCM). En estudios con diseños que abarcan desde informes de casos hasta ensayos controlados aleatorizados, estas intervenciones han demostrado potencial para reducir los síntomas del TOC, aliviar la depresión y la ansiedad comórbidas, mejorar las creencias desadaptativas y aumentar la flexibilidad psicológica. A pesar de los prometedores hallazgos, la evidencia sigue siendo preliminar y limitada por muestras pequeñas, diseños heterogéneos, condiciones de control variables y datos limitados a largo plazo. Los estudios comparativos con tratamientos de primera línea establecidos son relativamente escasos y muestran resultados dispares, lo que limita las conclusiones sobre la eficacia relativa. Se necesitan ensayos aleatorizados más amplios y bien controlados con medidas de resultados estandarizadas y seguimiento a largo plazo para establecer la eficacia y aclarar el papel de las terapias de tercera generación en los algoritmos de tratamiento del TOC.
Por Alfredo Calcedo 20 de octubre de 2025
María Escorihuela, médica de Familia, relata su experiencia como MIR durante una rotación voluntaria de un mes en el Centro Penitenciario de Zuera, en Zaragoza. Su interés por la sanidad penitenciaria nació durante su etapa como estudiante de Medicina, cuando fue voluntaria en una prisión. Aquella experiencia fue positiva y enriquecedora, lo que la motivó a solicitar una rotación formal como residente. Sin embargo, su segunda experiencia fue muy distinta. Como médica, notó que la relación con los internos cambió drásticamente: ya no había la confianza del voluntariado, sino una interacción marcada por la desconfianza y la instrumentalización del rol sanitario. Los internos, conscientes del poder que los médicos tienen sobre decisiones importantes (como permisos o traslados), tendían a no ser sinceros en sus relatos clínicos. A pesar de estas dificultades, Escorihuela destaca que se sintió más segura dentro de la cárcel que en un centro de salud, gracias a la constante presencia de funcionarios y sistemas de vigilancia. No obstante, las condiciones laborales eran muy duras: solo cuatro médicos para 1.200 internos, guardias localizadas con desplazamientos nocturnos a zonas alejadas, y escasos recursos para atender urgencias graves como autolesiones, intentos de suicidio o agresiones. En cuanto a las patologías más frecuentes, menciona las traumatológicas (por la actividad física de los internos), enfermedades psiquiátricas, patologías duales relacionadas con el consumo de sustancias, y situaciones de sufrimiento emocional derivadas de la vida en prisión. Escorihuela concluye que, aunque la sanidad penitenciaria es un ámbito que requiere profesionales muy preparados y vocacionales, ella no se veía trabajando allí a largo plazo. Critica que este sector esté desligado del Sistema Nacional de Salud al depender del Ministerio del Interior, lo que limita su integración en el sistema formativo MIR. Propone que las rotaciones en prisiones deberían ser más comunes para que los futuros médicos conozcan esta realidad y puedan considerarla como una opción profesional.
Por Alfredo Calcedo 20 de octubre de 2025
El artículo publicado por Médicos y Pacientes el 10 de octubre de 2025, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, presenta los resultados de un informe de la Organización Mundial de la Salud para Europa (OMS/Europa) sobre el estado de salud mental de médicos y enfermeras en España. Según este estudio, el 24% de los médicos y enfermeras españolas afirma tener síntomas compatibles con depresión, y el mismo porcentaje refiere síntomas de ansiedad. Otros problemas de salud mental también fueron evaluados: 4% de médicos y 3% de enfermeras presentan síntomas de dependencia al alcohol, mientras que 14% de médicos y 12% de enfermeras admiten tener pensamientos suicidas o de autolesión pasivos, cifras superiores a la media europea. Solo el 51% de los sanitarios españoles afirma sentir bienestar general, frente al 83% de los trabajadores en general según datos de Eurofund (2021). El informe identifica varios factores de riesgo laborales que afectan la salud mental: Violencia en el entorno laboral: el 84% ha sufrido algún tipo de violencia, incluyendo bullying (36%), ira de pacientes (76%), violencia física (23%), acoso sexual (9%) y amenazas violentas (50%). Condiciones laborales: el 21% trabaja jornadas prolongadas, el 43% realiza turnos nocturnos frecuentes y el 33% tiene contratos temporales. Estas condiciones se correlacionan con mayor prevalencia de ansiedad y depresión. Las repercusiones no solo afectan a los profesionales, sino también a los pacientes. En Europa, hasta el 40% de los sanitarios con depresión ha tomado bajas laborales, y entre el 11% y el 34% considera dejar la profesión. En España, 8,8% de médicos y 10,9% de enfermeras piensan abandonar su carrera, mientras que 7,3% de médicos y 11% de enfermeras han estado de baja por problemas de salud mental. La OMS/Europa advierte que a esta situación contribuye a una crisis de personal sanitario, estimando una escasez de 940.000 profesionales para 2030. Desde el Ministerio de Sanidad, el secretario de Estado Javier Padilla ha anunciado medidas como la reducción de la jornada semanal a 45 horas, la eliminación de guardias de 24 horas, la reducción de la temporalidad y el reconocimiento del personal sanitario como autoridad pública frente a agresiones. También se ha aprobado el Plan de Acción Nacional de Salud Mental, con financiación específica para apoyar a los profesionales en las comunidades autónomas.